Consagración de Majadahonda al Inmaculado Corazón de María

Oración que pronunció el alcalde del pueblo, en ese momento D. Julio Labrandero Descalzo, el 8 de diciembre de 1954, en la consagración de Majadahonda al inmaculado corazón de María.

Augusta Madre de Dios y Madre compasiva de los hombres:

Este pueblo castellano de Majadahonda, regado con el sudor de nuestros hombres fieles en su cotidiano trabajo y ungido con la piedad cristiana de nuestras mujeres, viene a cumplir hoy un deber de amor y gratitud.

¡Oh, Señora! Ya que el corazón es el símbolo y cifra del amor, vuestro corazón inmaculado es también la cifra de vuestro amor a Dios redentor, de quien sois madre, y a todos los hombres, de quien lo sois en espíritu, como Corredentora y Abogada nuestra.

El Romano Pontífice, vicario de Cristo en la tierra, nuestro supremo padre y maestro, secundando inspiraciones y llamadas del cielo, ha consagrado a vuestro Corazón el mundo entero.

Los Obispos de España, siguiendo como siempre al de Roma, han consagrado igualmente sus diócesis.

Y porque la vida oficial de una nación católica debe reflejar la vida religiosa de sus ciudadanos y dar culto a Dios según las enseñanzas de la Iglesia, el Estado español acudió también en su día ante vuestro altar, en Zaragoza, para consagrar oficialmente toda la patria a vuestro corazón Purísimo.

Y porque nosotros, los que componemos la comunidad de este pueblo de Majadahonda, nos sentimos ligados por la fe inquebrantable de nuestro supremo pastor, el Obispo de Roma y Vicario de Cristo en la tierra, y a nuestro prelado diocesano, y unidos por nuestra cuna patria a nuestros dignos gobernantes, hoy queremos consagrar oficialmente todo nuestro pueblo a vuestro Inmaculado Corazón, poniéndolo al abrigo de vuestro maternal amor.

Ninguna ocasión mejor para ello que la que nos brinda hoy vuestra fiesta en la que celebramos, junto con el centenario de la definición dogmática de vuestra Concepción sin mancha, la solemne clausura del Año Santo Mariano.

Así, pues, Madre y Señora nuestra, henchidos de gratitud y amor, con humildad por nuestras deficiencias y conscientes de los derechos que como madre de Dios y Corredentora y Madre Nuestra tenéis sobre nosotros, reafirmamos nuestra fe católica, apostólica y romana renovando los propósitos de la vida íntegramente cristiana como individuos y como pueblo.

Y yo, como Alcalde y Primera Autoridad de este pueblo, recogiendo los sentimientos católicos de todos los ciudadanos, en nombre de todos ellos de forma oficial e irrevocable, solemne y pública, os consagro en este acto transcendental en los anales de nuestra historia, a perpetuidad nuestro muy querido pueblo de Majadahonda, con sus tierras y sus hombres, con sus trabajos y desvelos, con sus afanes e inquietudes, a vuestro Purísimo e Inmaculado Corazón.

Miradnos Señora, desde ahora, como cosa y posesión vuestra.

Amparadnos y defendednos.

Sed nuestro seguro camino hacia Dios.

Sed nuestra Medianera y Abogada.

Obtenernos de Dios el perdón de nuestros pecados, la fidelidad a la ley cristiana y la perseverancia en el bien.

Bendecidnos a nosotros y a nuestros campos para que nuestro pueblo os sirva con corazón dilatado y libre de angustias, pues sois madre de todos.

Dadnos la fraternidad de los unos para con los otros y amor cristiano para con nuestros enemigos.

Reinad sobre todos nosotros en unión de vuestro Divino Hijo, cuyo reino es de justicia y santidad, de paz, de amor y de gracia. Así sea.

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